domingo, 29 de marzo de 2015

Siria: una guerra que no acaba

En 2011, una ola de indignación se extendió por medio mundo. Desde Bahréin a Manhattan. Desde Sol a la Plaza Tahrir. Todas las protestas compartían un mismo germen: las consecuencias de la crisis económica y el empeoramiento del bienestar de los ciudadanos. Aquellas protestas no lograron un cambio real, si bien sí ayudó a crear una conciencia crítica de la situación.

Siria fue unos de los tantos escenarios de aquellas protestas que reclamaban más libertades, derechos humanos y democracia. La oposición al presidente Bashar Al-Asad sostenía que el presidente era violento y corrupto. El pueblo se levantó contra su poder. Y Assad respondió, dando lugar a una guerra civil que cuatro años después no parece llegar a su fin.


Las consecuencias han sido y siguen siendo tan desoladoras que las cicatrices van a tardar tiempo en cerrarse. Estas son las cifras, según UNICEF: 220.000 muertos; 5,6 millones de niños en situación de extrema pobreza, desplazamiento y estado de sitio. Casi 2 millones de niños que viven ahora como refugiados en Líbano, Jordania, Irak, Turquía, Egipto y otros países del norte de África. 2,3 millones de niños de las comunidades vulnerables en las que se albergan otros refugiados.2,8 millones de niños iraquíes obligados a abandonar sus hogares, muchos de los cuales se encuentran atrapados en las zonas controladas por los grupos armados.

En un intento por frenar la escalada de violencia, Occidente armó a quienes luchaban contra la tiranía de Assad. Pero esta respuesta fue contraproducente y parte de aquellos que lideraron el cambio, pretenden instalar el Califato en la zona de Siria e Irak bajo el nombre del Estado Islámico. La organización terrorista ha impuesto la ley islámica y las diferentes etnias religiosas han sido objetivo de las masacres de los yihadistas. Ahora, la lucha de Occidente se centra en frenar el avance de ISIS, que ha avisado con extenderse a Europa. Una respuesta internacional que se olvida de una Siria inmersa en una guerra a la que nadie quiere poner punto y final.
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