A pesar de todo, tanto los operarios de limpieza como los de iluminación lograron que los despidos y bajadas salariales se paralizasen, algo que pocos han conseguido en este país desde que empezó la crisis. Por ello, es que cada vez más escuchamos a los políticos decir con total desvergüenza que el derecho constitucional de manifestación debe ser “modulado”. Los operarios, además de dar una lección de dignidad y de entereza, demostraron que la presión social es el motor de progreso hacia una sociedad más justa, equitativa. Que son los pueblos quienes deciden qué quieren para ellos y hacia dónde quieren ir. Son los pueblos los que ponen sus propias barreras. Al fin de cuentas, la legitimidad de los políticos proviene de los gobernados. Ellos son el medio, pero el pueblo es el fin.