miércoles, 4 de abril de 2012

Gran partido del Barcelona frente un equipo que termina desquiciado


Gran partido del conjunto del Guardiola, que salió muy enchufado desde el minuto uno. Consigue jugar su quinta semifinal de forma consecutiva de Champions. El Milán, que supo sobreponerse al primer tanto del conjunto catalán, terminó pidiendo la hora. La nota negativa del partido es la recaída de Pato en sus problemas musculares.

El Milán, pese a no haber marcado en la ida, traía una buena renta consigo, lo que obligaba al Barcelona a buscar el gol desde el minuto uno. Y así fue. Era tal la intensidad de los blaugranas que en el minuto dos ya habían cometido dos faltas sobre Clarence Seedorf, un gran jugador que en la ida ocasionó grandes dolores de cabeza. El Barça muy insistente desde el inicio presionaba las salidas del balón, por lo que el conjunto rossonero tenía que jugar desde muy atrás. Tras una aparente desaparición en los primeros minutos, el conjunto italiano se venía arriba poco a poco para tener un control sobre el balón. La primera ocasión clara de gol vino en el minuto 7 de la pulga, tras un centro de Daniel Alves y un pese magistral de Xavi, que dejó solo al argentino, aunque mandó el balón fuera. El partido iba cobrando intensidad por ambos lados, pero era el Barcelona quien llevaba la batuta del partido.

Corría el minuto 10 cuando el defensa italiano Nesta cometió un penalti sobre el argentino, que él mismo transformó en lo que sería el primer gol. Ajustado al palo. Era el 1-0. Buen resultado cuando apenas se llevaban 10 minutos del partido frente a un duro rival que, cada vez que rondaba la portería de Valdés,  infundía respeto. No obstante, todas las ocasiones de peligro del conjunto milanense venían precedidas de las individuales de sus estrellas.

A pesar de que iba perdiendo, el Milán lo seguía intentando, pero de un modo más torpe: las paredes no funcionaban y su futbol era más espeso. La presión del conjunto azulgrana que asfixiaba desde la portería contraria, provocaba fallos en el rival y desbarataba las ocasiones de gol. Aunque el Barça era mejor y su posesión del balón era de un 60%, Nocerino consiguió igualar la contienda con un gol que nadie esperaba. Ahora el Barça tenía que marcar un gol más para poder conseguir su quinta semifinal. No sería fácil.

Tras el empate, se volvió a la misma línea. Cada uno a su estilo: el Barça continuaba cómodo con el balón y el Milán permanecía encerrado, que no acongojado. Se acercaba el minuto 40 y el conjunto local marcó el segundo gol. Otro penalti cometido por el mismo jugador y transformado por el de siempre. Muy protestado con los italianos, Nesta agarra claramente a Busquets de la camiseta cuando el Barça se disponía a lanzar un saque de esquina. Una falta sin balón y con el árbitro muy de cerca. Un error muy inocente del defensa italiano, jugada propia de un primerizo y no de quien ha ganado dos copas de Europa con su equipo actual. El gol, justo antes del final de la primera parte, supuso un mazazo psicológico para los rossoneros

Durante el partido el equipo italiano echó en falta la presencia de un cerebro que creara juego, ocasiones. Esta tarea estaba encomendada a Pirlo, pero desde que se marchó a la Juventus ha sido el holandés Mark Van Bommel quien ha tomado el relevo, aunque carece de calidad poque esa no es su zona natural.

El tercer gol salió de las botas de Iniesta, que definió con frialdad ante Abbiati.  Celebrado por lo alto, supuso el 3-1. El Barcelona comenzaba a sentirse cómodo ante su afición contra un equipo que no daba señales, que no se encontraba cómodo en el terreno. Todo lo contrario a un Barça superior en calidad individual y colectiva.

Corría el minuto 23 de la segunda parte y el Milán seguía corriendo como pollo sin cabeza. Las paredes no funcionaban, los pases se perdían por la banda. El gol de Iniesta fue un dardo envenenado para el equipo de Massimiliano Allegri, que metió a Pato para dar frescura a un equipo que nada tenía que ver con el de la primera parte. Renqueante de sus problemas musculares, tuvo que retirarse: recaía tras estar unos cuantos minutos sobre el césped.

El tiempo seguía corriendo en contra del equipo italiano. El Milán estaba desquiciado y acabado. No encontraba su sitio en el terreno de juego. Las pocas ocasiones eran desmontadas por los de Guardiola. Ya ni las individualidades de sus jugadores estrella cabían. El partido estaba a punto de terminar y la mitad del equipo italiano pedía la hora: ya no tenía sentido alargar el cansancio y el sufrimiento. Mientras tanto el Barcelona celebraba al cántico de su afición el pase a la quinta semifinal de forma consecutiva.
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